El cuento del orígen
Había una vez, un príncipe encantador y una princesa guerrera que se amaban intensamente y juraron acompañarse, cuidarse y respetarse por la eternidad. La princesa y el príncipe, no tenían herencia y trabajaron muy duro para encontrar una tierra fértil y construir su castillo, en donde recibieron a sus herederos, tres encantadores y guerreros cachorros: un murciélago, un conejito y un osito.
Un día, el príncipe encantador y la princesa guerrera se cansaron de comer buena carne, finas hierbas y nutritivos alimentos, ellos querían probar nuevos sabores, colores y texturas, y fue así como comenzaron a degustar unos exóticos hongos del bosque. Estos hongos despertaron nuevas e irresistibles sensaciones, ilusiones y hasta alucinaciones, generando una exquisita y adictiva novedad alimenticia. Poco a poco, esta nueva dieta hizo mutar a la princesa guerrera en una «bruja», y al príncipe encantador en una bestia, en un «ogro» de cuento.
La bruja y el ogro, comenzaron a destruir el castillo que tanto les costó construir. Comenzaron a escuchar a los «opinólogos», que se disfrazaban de familia y amigos. La princesa buscaba a su príncipe y solamente encontraba a la bestia. El príncipe buscaba a su princesa y solamente veía a la bruja.
La princesa guerrera perdió la fuerza de tanto llorar y esconderse en su habitación. Cada noche miraba sus propias manos y nada extraño veía, se miraba al espejo y su cara era la misma, sólo que tantas lágrimas hacían ver todo un poco más borroso, pero no entendía nada y no tenía respuestas. Pasaron muchas noches y días encerrada en su habitación y su única compañía que calmaba su corazón constreñido eran los pasteles de chocolate y los helados de mango. La princesa guerrera perdió la esperanza, se resignó y se entregó al proceso de conversión a bruja mutante.
El príncipe encantador se fue a un viaje muy largo, a su propio mundo interno. Este mundo interno, pese a estar en su interior, era tan desconocido que se perdió adentro y desde allí no escuchaba los clamores de su princesa, pero miraba pequeñas pantallas distorsionadas donde aparecía la imagen de la bruja y eso le causaba terror. Tanto fue su miedo, que se quedó sordo y ciego y se entregó al proceso de conversión a ogro mutante.
Un día el ogro y la bruja se encontraban solos en el bosque y mostraron lo peor de cada uno, al punto que causaron un gran incendio. Comenzó por quemarse el castillo, pero el incendio fue tan largo y estaban tan solos que no tuvieron a nadie que les ayudara a controlarlo, a poner corta fuegos, le rogaban a sus dioses que les enviara lluvia, pero el cambio climático tenía la zona en sequía y así fue como el fuego se propagó descontrolado arrasando con todo. No sólo se quemó el castillo, sino también el bosque y todo el mundo que habían construido un día la princesa guerrera y el príncipe encantador.
El ogro y la bruja estaban frustrados y aterrorizados, y esta mezcla de sensaciones los ponía defensivos y agresivos. El príncipe y la princesa ya no existían y el ogro y la bruja estaban perdidos sin un mapa de ruta, pues todo se perdió en el incendio.
Entre las cenizas se escuchaban sollozos y sonidos quejumbrosos. Debajo de las cenizas y los escombros se encontraban los cachorros olvidados en el proceso de mutación. Estos cachorros quedaban invisibilizados en los periodos de ingesta de hongos exóticos y fueron quedando como los damnificados olvidados en este gran incendio. Pero allí estaban, debajo de los escombros y las cenizas. El murciélago cubría con sus alas al conejito y al osito, tratando de generar una cortina que les permitiera respirar. El conejo aunque estaba muy asustado abrigaba con su piel al pequeño osito. Mientras que el osito, que parecía no entender lo que sucedía, pero todo su cuerpo estaba lleno de cristales de emoción, se acurrucaba entre sus dos hermanos para comer y dormir, para sobrevivir.
De pronto, el ogro y la bruja vieron y escucharon a los cachorros que se movían y quejaban entre los escombros y trataron de sacar a sus crías para protegerlas, pero ellos solos no sabían, no podían y no tenían las herramientas y lo más crítico sucedía porque ambos estaban llenos de orgullo y muy furiosos el uno con el otro. Al informarse del incendio aparecieron los «opinólogos» y convirtieron la operación rescate en un show de televisión, donde todos opinaban en bandos y trincheras, haciendo que la operación rescate se complejize cada vez más. El show de televisión se hizo tan famoso y comentado que los opinólogos buscaron a unos magos que ofrecían las «mejores soluciones de rescate». Y rescatar lo único y más preciado que quedaba del imperio entre brazas, se convirtió en la bandera de lucha y el estandarte para la bruja y el ogro.
Estos misterioso magos ofrecían las mejores soluciones para rescatar a los cachorros y recuperar lo que quedaba del patrimonio convertido en ceniza que al tomarlas entre las manos, se escapaban entre los dedos y se esfumaban. Los magos decían tener las llaves de los portones de acceso a un lugar místico llamado «Tribunal», donde se ofrecían soluciones que estaban «garantizadas» en papeles ininteligibles.
A poco andar, el ogro y la bruja comenzaron a observar que estos magos no eran más que «vendedores de ilusión», y que esos tribunales eran grandes edificios vacíos, con pésima acústica, donde todos los que ingresaban hablaban de «crisis morales» y utilizaban grandilocuentes frases y flagelantes discursos. La acústica de sus ostentosas pareces generaba una frialdad que calaba en los huesos, los discursos aterrorizaban e imposibilitaban que unos escucharan a los otros. La empatía y los derechos humanos estaban colgando en unos carteles despegados y cubiertos de moho. Lo único que se escuchaba en ese edificio eran los prejuicios y las sanciones que salían de una gran máquina que imprimía unos papeles llamados «resoluciones». En los pasillos del gran tribunal, una y otra vez se escuchaba referirse a tres cachorros, mientras la Gran Máquina se recargaba con costosos papeles de oro, con diamantes incrustados dibujando los nombres del murciélago, del conejito y del osito. Los «vendedores de ilusión» caían en éxtasis cada vez que les correspondía su turno para mencionar los nombres de los tres cachorros, pues cada vez que salían a escena, sus bolsillos se llenaban de oro y los ojos se les salían de la cara con enormes dibujos de corazones rojos que explotaban como burbujas de las cuales brotaban diamantes, los cuales eran recogidos minuciosamente para seguir abultando los bolsillos de sus especiales trajes. De sus bocas salían gusanos, heces, cucarachas, ratas con afilados bisturíes amarradas en sus colas, que en su desenfrenadas carreras, al ser liberadas, eran capaces de destrozar todo a su paso, incluidos la bruja, el ogro y los tres cachorros.
El Gran Tribunal se había convertido en un campo de batalla descarnado, los cachorros eran el arma de negociación e intercambio con que los «vendedores de ilusión» manipulaban a su antojo a los desesperados ogro y bruja, que cada vez que salían de un nuevo show se apostaban más radicalizados, generando diamantes para volver a la siguiente función con más arsenal. Los vendedores de ilusión, tenían archivos llenos de guiones de extraídos de libros del «teatro del absurdo» y otras famosas obras de la «tragedia griega» y los extensos tomos literarios tenían separadores para clasificar su contenido en categorías con frases como: «divorcio”, “violencia intrafamiliar”, “infidelidad”, “narcisismo maligno integrado”, “trastorno borderline”, “maltrato infantil”, “conflicto de lealtad”, “síndrome de alienación parental”, entre otras.
Así fue como la bruja, el ogro, el murciélago, el conejito y el osito se pasaron tortuosos años de sus vidas deambulando en estos descarnados y sádicos espectáculos de coliseo.
Un día, el conejito y el osito dibujaron su corazón roto, para tratar de explicarle a su madre, la bruja del bosque, todo el dolor que habían sufrido desde que se vieron obligados, como pasivos damnificados que tuvieron que enfrentar el destierro del nido y traumática separación de su familia. También la bruja les muestra su corazón roto en 3 partes, que representaban a cada uno de sus cachorros.
En ese momento de la historia, la bruja ya estaba experta en volar con su escoba, e incluso había dado varias vueltas al mundo, aprendiendo de diferentes culturas y personas. La bruja volaba buscando respuestas y nuevas oportunidades para volver a ser princesa y guerrera, recorriendo muchas tierras de donde tomaba elementos para construir su nuevo nido, nuevos ingredientes y recetas para llevar a ese lugar especial y mágico donde cocinar galletas y acariciar a sus tres cachorros, contemplando los eternos y mágicos atardeceres, contando historias y cantando las canciones favoritas del murciélago, el conejo y el osito.
La bruja voló por muchos lugares maravillosos, pero en uno de ellos, ubicado en al oriente, el cual era llamado Nihon, la bruja aprendió una historia basada en un principio que era enseñado por los habitantes de ese lugar y se conocía como “kintsugi»
La bruja, en un acto de resignificación de la experiencia y del momento, les enseñó a sus cachorros un cuento de resiliencia, basado del kintsugi, que es el arte de «hacer bello y fuerte lo que fue roto y dañado”, que dice más o menos así:
“En la tierra de Nihon o Japón, cuando se rompe un jarrón, es llevado a unos especialistas en restauración. Estos maestros, reparan los jarrones rellenando con oro las grietas y creando un revestimiento nuevo, fuerte, noble y hermoso. Esto es para enfatizar la belleza original del jarrón y que producto de las circunstancias fue roto. Ellos creen, que cuando algo ha sufrido daño y tiene una historia, esta experiencia o proceso lo hace aún más bello y exclusivo… y lo mismo ocurre con los seres humanos».
Los cachorros escuchaban atentamente a su madre quien decía: «todo lo que has pasado y todo lo que estás pasando ahora no hace tu vida más fea, aunque puede parecer así cuando lo estamos atravesando, pero depende de nosotros elegir pintar un corazón roto o dibujar un corazón restaurado con oro y hacerlo aún más hermoso. La bruja declaró: No vamos a quedarnos rotos y sin reparación, vamos a levantarnos y aprender de lo que nos ha sucedido y así convertirnos en mejores personas debido a la adversidad que hemos atravesado.
«Podemos llevar nuestras heridas y dolores con orgullo como una insignia de honor, como si dijera: ¡Mira lo que he pasado! Me ha convertido en lo que soy ahora y puedo superar todo lo que la vida me ponga por delante. Nadie ha tenido una vida perfecta y nadie nunca la tendrá. Sólo depende de nosotros, si elegimos pintar de oro nuestras piezas rotas y hacerlas hermosas”
Los cachorros respondieron a la consigna de la forma que ellos sabían hacer, que fue dibujar. Conejo y osito pintaron un corazón roto, pero embellecido con hilos de oro. En ese momento, la bruja sintió que algo en su interior estaba cambiando, un poco princesa, un poco de reina, un poco de guerrera, un poco de sabia. La bruja era capaz de escuchar otra vez y mirar con sus propios ojos más despejados, sin tantas lágrimas y más deshinchados, aunque su cuerpo ya era más viejo y deteriorado y pese a eso logró reconocerse a si misma, a su propia historia, mientras miraba y escuchaba a sus hijos. Se dio cuenta que ese cuento no era exclusivo y que se repetía en miles de niños y niñas que se convierten en las víctimas silentes y resultan damnificados cuando sus padres comienzan a mutar, se van a sus viajes interiores y descuidan su único patrimonio o legado trascendente que brotó de la chispa de la ilusión, la pasión y el amor: sus hijos.
La princesa guerrera mutó a bruja, pero luego de tantos golpes y dolor, adquirió paz interior, bebió gotas de sabiduría y se convirtió en «mamá».
Aquel ser humano, que lloraba mucho mirando al pasado y preguntándose: por qué a mi?, un día se encontró con un predicador que le cambió su pregunta a: para qué a mi? y la invitó a buscar una respuesta en un destino, un plan especial bordado por un dios o la suma de un caos que configuró un horrendo error en la programación de su vida. Pero ninguna de estas teorías la dejaba tranquila, hasta que encontró su propia pregunta que vino de su interior: qué haré con esta experiencia? y esa pregunta le permitió dejar de mirar al pasado y pensar en el presente y construir su futuro. Esta mamá decidió que aquella dura experiencia, tenía que servir para algo, y decidió superar la vergüenza que sentía por lo vivido, y dejó de buscar causas, y este proceso le permitió asignarle un nuevo valor, sentido y resignificar la dolorosa vivencia.
Un día mamá despertó y dejó de ser la bruja y la bestia, dejó de llorar y volvió a reír, dejó de lamentarse y volvió a jugar. Se dio cuenta que mientras más lo neguemos, más nos quejemos y no aceptemos lo que nos ha sucedido, menos nos será útil.
En el momento en que aceptamos y encontramos eso que es útil en la adversidad y en lo pasado, que es como el acto de tenernos a nosotros mismos restaurándonos con hilos de oro, las grietas en nuestras piezas rotas en nuestro corazón, convirtiendo algo que pudo ser feo, en algo hermoso e inspirador. Cuando lo que hemos pasado y sufrido, puede convertirse en inspiración para otras personas, entonces, en ese momento damos el salto cuántico y conseguimos que haya valido la pena.
Esa mujer decidió no quedarse atrapada en cómo eran las cosas antes, pues comprendió que cada siguiente nivel de su vida, demandaría una nueva versión de ella. Y a veces, se necesita estar roto para convertirse en esa nueva versión de ti mismo.
Hay situaciones de la vida que los niños no pueden entender y que los adultos tampoco.
Fundación Restaurados surge por el derecho de las familias y las personas a ser felices mediante el aprendizaje de la experiencia.
Fundación Restaurados brinda un espacio para enmendar y restaurar los vínculos familiares lastimados y dañados y reparar con oro los corazones fracturados para hacerlos más bellos y fuertes.
El conejito tenía entonces 7 años, cuando le rogaba a su madre que hiciera algo para que estuvieran otra vez, todos juntos y tranquilos junto a sus hermanos, en presencia de su padre y madre. Ese es un sueño de volver a sentirse en “el nido” tranquilos y seguros que todo niño y niña va a albergar en su corazón. Pero cuando todo se destruye por los incendios, es mejor seguir adelante y dejar que la tierra se recupere. En cambio, la madre le hizo una promesa a su hijo, algo que sí estaba completamente en sus manos, y esa promesa fue que construiría un espacio donde los padres pudieran ir a ponerse de acuerdo, mientras los niños juegan, se divierten y crecen nutridos, sanos, libres y felices.
Fundación Restaurados es el cumplimiento de aquella promesa…